jueves, 21 de noviembre de 2024

ENTREVISTA AL EX RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE LIMA EN EL 2022

 La educación superior en pleno siglo XXI

“Hay que recordar que no solamente está el mercado. También está la sociedad, la cultura, la comunidad.”

Conversamos con el rector de la Universidad de Lima, quien opina sobre los desafíos de las universidades en tiempos de pandemia

El Dr. Óscar Quezada Macchiavello porta un terno gris y viste una corbata del mismo color, mientras se acomoda en su sillón antes de que empiece la entrevista. Al verme un poco nervioso, me esboza una sonrisa y me pregunta a qué especialidad voy. Se ha acordado que fue el quien me ayudó a decidirme por Comunicaciones hace un par de años, la primera vez que me recibió amablemente en su oficina.  Le apasiona la semiótica, habiendo publicado ya una serie de textos relacionados a esta disciplina en revistas como “Contratexto”, “Lienzo” y “Nexos”. Tras graduarse de comunicador de la Universidad de Lima, cursó una maestría en Filosofía en la Universidad de San Marcos en 1997, hasta luego obtener su doctorado en el 2004 por la misma casa de estudios. Asimismo, ha sido Decano de la Facultad de la que se graduó desde el 2002 hasta el 2014. El día de hoy, me propongo conversar con él sobre los desafíos y los problemas de la enseñanza universitaria en la actualidad.

Entrevista ALEJANDRO PARRÓ

¿Cuáles han sido los retos más grandes que han tenido que enfrentar las universidades estos últimos años a raíz de la pandemia?

Son retos que siguen abiertos, no es que se hayan enfrentado de manera concluyente. Son retos que están ahí, que la pandemia instaló y que siguen dando qué pensar, siguen dando qué discutir. Siguen dando qué debatir. El primer reto fue el de crear una esfera de comunicación amable, cercana y eficaz. Amable porque comenzaba a escuchar yo como rector profesores que se exasperaban con el nuevo sistema. Estudiantes que se aburrían, que se desconectaban, que se distraían. Hubo una primera cuestión ahí. Qué podíamos hacer para que sea más amigable y como tal más cercano lo que de por sí ya es lejano. Porque, por ejemplo, tú y yo ahorita estamos alejados físicamente. El gran desafío era la condición de la lejanía física, cómo se podía compensar con una cercanía afectiva, con amabilidad, con una forma de pensar juntos, como es este nuevo modo de comunicación y, en consecuencia, como es esta nueva forma de vida.

Estamos comenzando a explorar esta otra forma de vida, que hace que por ejemplo tú no tengas que salir de tu casa para hacerle una entrevista al rector de tu universidad. Y que el rector de la universidad no tenga que salir de su oficina para conversar con un estudiante. Hay que calibrar bien lo que eso significa. Para mí, en términos de relaciones humanas, es una herramienta más, una herramienta valiosísima, inestimable para acortar brechas, para acercar a la gente que antes no se podía acercar, en un país como el Perú, con tal mala infraestructura de carreteras y caminos. Esto es un desafío para que el país se integre mejor, se cohesione mejor. Pero claro, el presupuesto es un Estado que está presente en su territorio, y que coloca oportunamente la debida infraestructura de comunicación para democratizar el uso de la tecnología digital. Cosa que es también un desafío que el Estado peruano está lejos de alcanzar.

¿Qué aprendizajes le han quedado a partir del covid con relación al sistema educativo?

Hemos encontrado otra manera más de comunicarnos, una manera complementaria a la presencialidad tradicional. Este concepto de estar presente, es un concepto problemático, porque yo considero que tú estás presente, aunque no esté tu cuerpo físico en mi oficina. No es tan alegre la oposición de lo presencial y lo virtual. No es tan fácil. Tú puedes estar más presente que una persona que entra y sale de mi oficina. Como estoy concentrado conversando contigo, tú estás más presente que la persona con la que estoy presente. Entonces, sin duda alguna, la copresencia de los cuerpos frente a frente, cara a cara, los cuerpos que se pueden dar la mano, los cuerpos que se pueden abrazar. Obviamente lo más esencial de la comunicación humana. Yo no diría que cuando pasamos a hablar de lo virtual hemos perdido de hablar de la presencia. Los que hacemos semiótica sabemos que la intensidad de la imagen puede compensar cualquier distancia o ruido en términos informacionales. Yo creo que hemos aprendido que la educación ya tiene otros escenarios. Que junto al campus real tenemos al campus virtual. Y el campus virtual es tan necesario para el desarrollo cabal, pleno, del campus presencial.

¿Qué papel debe cumplir la tecnología para lograr una enseñanza más personalizada en las universidades sin perder de vista el lado humano que es tan importante?

Dos cosas te puedo mencionar ahí. Lo primero es que estamos en un país pobre como decía Augusto Salazar Bondy. Un país carente, con una serie de desafíos que el Estado no ha podido satisfacer y, estudiar en una universidad privada, en una universidad élite como es la de Lima, la Católica, la Pacífico, la Cayetano, es un privilegio. Porque estás en un escenario educativo que no es generalizado, es de unos cuantos, en relación al resto del país. Creo que los estudiantes de la Universidad de Lima han podido tener la experiencia de una universidad que estaba preparada para el covid-19. En el 2018, yo recibo a blackboard en mi oficina dentro del planeamiento de la universidad. Celebro que ya estábamos con el motor prendido respecto a lo que venía. Sabíamos que los mock, los cursos virtuales, el webinar, la clase invertida, eran fenómenos que ya se estaban experimentando en universidades de primer mundo. Decidimos de esta forma adquirir blackboard y capacitar a nuestros profesores. Muchos profesores emplearon esta plataforma en sus labores académicas. De tal forma que, cuando vino en marzo del 2020 la pandemia, esto ya no era novedad para nosotros. Pero hubo que hacer un esfuerzo descomunal por capacitar a docentes que no dominaban esta modalidad. Fueron meses épicos, de intensa capacitación. Ahora, salgamos de esta torre de marfil que es la Universidad de Lima, y vamos a las universidades públicas pobres de la provincia. ¡Ni te imaginas! Yo he tenido por mis conversaciones con mis colegas rectores una imagen deplorable de lo que ha ocurrido ahí.

La experiencia del covid-19 ha sido una experiencia traumática para el Perú, te lo aseguro. Muchos alumnos han terminado el año escolar sin saber la mitad de lo que podían con el sistema tradicional, y eso impacta directamente en la educación superior. Esto se ha visto con la gente que ingresa a la universidad, muchos han tenido serios problemas de asimilación. Problemas de aplicación como de reflexión, y en general de eficacia de la labor docente. Los docentes no han estado preparados, las evaluaciones han sido un circo. Entonces, es difícil para los que vivimos en la torre de marfil imaginarnos lo que ha ocurrido en el país. Yo tengo indicios de que el país en términos educativos ha retrocedido bastante. Para decírtelo en términos marxistas, han podido sortear la pandemia los que han tenido poder económico. Los que no han tenido capacidad económica no han sorteado la pandemia, no nos engañemos. La educación es muy diferente a tu vida personal. En la educación hay de por medio una necesidad de disciplina, de ajuste, de control. No todo puedo ser librado a la confianza. Hay una balanza entre la confianza y el control. En nuestro país, en términos educativos, ha habido un fenómeno de descontrol y exceso de confianza por un tema religioso. Sin buena comunicación no hay educación de calidad.

Las universidades de muchos países, así como los colegios, se enfocan en medir exclusivamente la inteligencia lingüística verbal y lógico matemática de sus alumnos. Esto conlleva a que, los que no destaquen en estas áreas, terminen sintiéndose frustrados. ¿Cree que se podrían implementar metodologías desde las universidades para medir las inteligencias múltiples tales como la kinestésica, la interpersonal o la naturalista (postuladas por el psicólogo Howard Gardner hace unas décadas) que presentan otros alumnos para así resolver este problema?

Sí, deberíamos. Yo diría que es una de las tareas siempre pendientes. En un libro de Martha Nussbaum titulado “Sin fines de lucro”, la filósofa señala eso que me dices. Llega a enfatizar que, la formación en las universidades de todo el mundo se ha tecnocratizado, a tal extremo que solo interesa que los estudiantes dominen lenguaje matemático y lenguaje verbal. Es decir, que los estudiantes apelen solo a modelos abstractos. ¿Por qué? ¡Porque estamos en la civilización de la tecnociencia! Nussbaum señala que, en efecto, está muy bien la tecnociencia. El desarrollo en el siglo XX y XXI de la misma ha sido importante. Pero es como un velo. La tecnociencia te lleva a una educación para la rentabilidad, para la producción, para el rendimiento. El rendimiento en un plazo acotado. Tú tienes que alcanzar ciertos objetivos en tal periodo de tiempo, no te puedes demorar más. Esto ha hecho que, tanto en Europa como en Estados Unidos, se comiencen a traer abajo la formación humanística. En muchas instituciones del mundo ya no consideran la filosofía como una materia que se deba estudiar en los niveles básicos. Se deja de lado también la Historia, la Antropología y la práctica literaria. Yo como comunicador te diría que el sustrato de ese fenómeno es una pérdida de todo lo que son lenguajes concretos. Interacciones por contagio, por contacto, que tienen que ver como lo de Gardner y las inteligencias múltiples. Entonces, es un tema interesante, porque tiene un correlato ideológico político. Es decir, a la inteligencia tecnocientífica le están interesando más los lenguajes abstractos. Y, al dejar de lado los humanismos, está dejando de lado los lenguajes mas concretos. Los lenguajes más emotivos, más poéticos, propios de lo que Levi Strauss llamaba el contagio, la conversación, la gesticulación, el juego. Pero felizmente ahora existe la gamificación. Esta está entrando a la educación con buenas perspectivas. La misma, puede ser una vía de recuperación de las inteligencias múltiples. Y, estoy de acuerdo, este un problema que nos interpela a todos los comunicadores.

¿Qué beneficios traería para el alumno y la sociedad implementar una enseñanza personalizada que se centre en potenciar los talentos de estos?

Bueno, esta sería de costo beneficio. Una educación personalizada es más cara. La pueden pagar pocos. Y, evidentemente, si hablamos de beneficios, estoy convencido de que la calidad y la cantidad tienen una relación inversamente proporcional. Con la educación personalizada, hay grandes posibilidades de mejorar la calidad de la relación docente-estudiante, pero hay que sustraer cantidad. Entonces, lo único que podemos hacer es realizar ese esfuerzo de institucionalizar las tutorías en las universidades, los trabajos de grupo pequeños. Tenemos que flexibilizar la clase tradicional en pro de una clase más conversada, más estructurada en función de pequeños grupos o abrir cada vez mas espacio de tutoría. Y, ciertamente, creo que las universidades como la nuestra podemos invertir en ese beneficio, en aumentar el costo para tener más beneficios.

¿Considera que los alumnos necesitan aprender ciertas habilidades por encima de otras para satisfacer las necesidades del mercado en los próximos años?

Sí, efectivamente. Pero hay que recordar que no solamente está el mercado. También está la sociedad, la cultura, la comunidad. Yo le deseo éxito profesional a todos mis estudiantes, pero cumpliendo con una vocación. Una vocación por el otro, por el bienestar común, esto no se puede perder de vista. Lamentablemente, como dice Martha Nussbaum, solo pensamos en el mercado. Es decir, la hegemonía del mercado es tal que, tus hablas de sociedad y ya te creen de izquierda. Y más aún si hablas de Estado. ¡Sí hablas de Estado ahí ya eres comunista! Hay que tener mucho cuidado con medir todo el tiempo el desempeño profesional de los estudiantes solo desde la perspectiva del mercado. En estos tiempos, aunque podría ser importante, conllevaría a una hegemonía total del mismo. Conllevaría a que la gente diga que la cultura no es importante. ¡A que señalen que esta es un invento de los hombres de letras! Y claro, los tecnócratas irán desalojando de las universidades a éstos últimos. Pero yo, como yo soy un hombre de letras, uno de los últimos mohicanos, defenderé mi territorio. Un estudiante ideal, aunque termine la carrera de marketing, debe ser un ciudadano a carta cabal. ¡Este debe estar siempre atento al bien común! Debe desempeñarse desinteresadamente para apoyar a los demás por un tema de responsabilidad social. Más en un país tan pobre como el Perú.

En efecto, qué importante es también la formación humanística estos días. Recuerdo una entrevista entre Marco Aurelio Denegri y el periodista español Juan Cantavella, donde el segundo le decía al primero: “A mis estudiantes los persigue la sabiduría, pero ellos corren más rápido…”

(Risas)

Es que no es lo mismo la sabiduría que el conocimiento positivo. Por eso es que Heidegger decía que la primera estaba en manos de los poetas, no en manos de los científicos positivos. En manos de estos últimos está la tecnociencia, la transformación de la naturaleza, la agronomía. La sabiduría es cosa de poetas. Yo he sentido amor a la sabiduría leyendo a T.S. Elliot, a Ezra Pound, a César Vallejo o a Jorge Luis Borges. No veo diferencia entre poesía y filosofía. La poesía me da sabiduría. La filosofía te da algo de rigor. Creo que los tecnócratas deben ser humanistas, debe haber un equilibrio entre tecnocracia y humanidad, sino nos vamos a robotizar. Esperemos que no llegue el día en que el robot sea más importante que el ser humano. La función poética del lenguaje es la primigenia, antes que la función referencial. Esta última es una derivada. Uno comienza a hablar del mundo después de haber sentido algo. El filósofo Peter Sloterdijk señala algo muy interesante: “Occidente es pensar sin velar, Oriente es velar sin pensar”. Velar, o sea atender, la atención es anterior al pensamiento. La atención esta más cerca que el ser. Está bien pensar, pero así como uno almuerza tres veces al día, uno debe parar de pensar. La atención aquí se asemeja al amor: uno atiende lo que ama.

Para concluir, quisiera darle las gracias Dr. Quezada, le estoy infinitamente agradecido por concederme su tiempo para esta entrevista.

Gracias a ti.

Tras terminar la entrevista, el Dr. Quezada me brinda unos consejos de filosofía, recalcándome la importancia de que el siglo XXI sea un siglo espiritual en medio del desenfrenado capitalismo. Para este, la universidad debe ser un espacio donde se potencie las capacidades individuales de los alumnos, enseñándoles las técnicas del mercado, pero también las ciencias humanísticas. Solo así los futuros egresados estarán preparados para servir al mundo de forma desinteresada. Ha sido un placer hablar con él en esta ocasión, ya que sus conocimientos son un manantial de sabiduría para cualquiera que esté dispuesto a escuchar.

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